Argentina se derrumbó de atrás para adelante, Brasil fue implacable y nos dio una lección de jerarquía y juego colectivo. Ellos al Mundial y nosotros al horno...
Muchas veces a lo largo de la historia de este duelo de mil batallas, Brasil ha brindado lecciones apoyado en su interminable talento y fantasía futbolística. Nunca antes, como anoche, el Sctatch le dio a la Selección Argentina una lección semejante de jerarquía, oficio, capacidad táctica y juego colectivo. Una exhibición de superioridad que se vio reflejada línea por línea. Desde el arquero hasta el último delantero, Messi incluido.
Como nunca antes quedaron expuestas las grietas estructurales del equipo que Brasil se encargó de explotar desde el tiro libre que Luisao, solo y sin marca, aprovechó para convertir impunemente de cabeza. La selección de Dunga jugó al gato y al ratón con el equipo de Maradona. No fue solución la fórmula del Vélez campeón (Otamendi-Domínguez) para apuntalar una defensa indefendible, incapaz de controlar jugadas del montón, de ésas que los equipos resuelven por docena. Como tampoco lo fue la presencia de los veteranos (Heinze perdió la marca en el primer gol y jamás se despegó del piso para intentar un rechazo en el segundo) y así el equipo comenzó a derrumbarse temprano y de atrás para adelante.
La jugada relámpago que armaron en los primeros 40 segundos entre Verón, Maxi Rodríguez, Messi y Tevez duró hasta que la pelota salió. Fue la única vez que el equipo sostuvo un ataque con precisión en velocidad. En adelante, lo que comenzó como una búsqueda paciente y prolija (que lució bien hasta el primero de Brasil) terminó en choques, arrestos individuales, patriadas de uno (Messi) contra once (todo Brasil), una postal de impotencia que ya vimos en otras tardes.
Al zapatazo energizante de Dátolo le llegó la cuchillada mortal de Luis Fabiano, en una jugada con paradoja: todo se inició en una pelota perdida de Messi, en otra quimérica gambeta contra cuatro en fila. En un toque, Kaká dejó solo a Luis Fabiano, que definió magistralmente por arriba ante la salida atolondrada de Andújar. El resto del partido, simplemente sobró. Y Argentina terminó jugando con un trío de delanteros que ya es hora de aceptar que no se encuentran nunca.
La goleada (conceptual, aunque no numérica) deja al equipo argentino con un enorme interrogante por delante. Con una crisis de juego, un compromiso tremendo con Paraguay y una clasificación que luce complicada por donde se la mire. Difícil estar en los zapatos de Maradona, obligado a edificar sobre un terreno anegado, mientras el rival de toda la vida se va de Rosario con una clasificación Gigante.
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